domingo, 14 de junio de 2009

El gran reto del Sistema de Seguridad Pública

C. Marchelly Funes

Las nuevas autoridades del Sistema de Seguridad Pública deberán dar respuestas inmediatas y efectivas a los principales problemas que aquejan a la población salvadoreña, y que las gestiones anteriores fueron incapaces de lograr, estos son: altos porcentajes de homicidios, bandas de narcotraficantes, ejércitos de pandilleros y crimen organizado.

Una de las primeras tareas que tienen las autoridades es hacer del conocimiento público el estado en el que han recibido las instituciones que conforman el Sistema de Seguridad Pública. Luego, deberán poner en marcha un plan integral de seguridad. Si no tuviesen el plan como lo han estado diciendo algunos funcionarios de derecha, lo más próximo a hacer sería la elaboración de este ––entre más pronto mejor–– para ejecutarlo cuanto antes, y es que los delincuentes están mandando mensajes claros de quienes gobiernan en este país.

Buscar culpables en estos momentos no es prioritario –aunque no debe ser obviado—; lo urgente es garantizarle a la población seguridad en sus comunidades, lugares de residencia, trabajo y transporte. Los delincuentes no se conforman con estar extorsionando a los pequeños empresarios, sino que ahora les impiden la libre circulación en horas determinadas.

No es nada nuevo que en lugares como La Campanera y la colonia Emmanuel (en estos sitios hasta el ingreso de la Policía Nacional Civil PNC es difícil) no sólo se realizan extorsiones a diestra y siniestra sino que se decretan “toques de queda”, que impiden a los residentes salir a ciertas horas del día sin que las autoridades hayan podido hacer algo para garantizar la seguridad ciudadana.

Una situación catastrófica

La situación del centro capitalino es catastrófica, y la de sus comerciantes y transeúntes supervivientes. Así los llamaría yo. Supervivientes heroicos de los delincuentes y mafiosos que allí operan ––disfrazados de comerciantes––.

Primero fueron los grupos armados que comenzaron a repartirse los territorios donde iban a operar. Los más fuertes cogieron más terreno y se hicieron de cuentos puestos de ventas pudieron.

Después fueron las pandillas las que se tomaron nuestra capital y, finalmente, llegó el tsunami con la gigantesca ola de mafias y narcos, de los que compran y revenden droga en todo el territorio.

Se asentaron y se hicieron amos y señores de casi cuanto se mira en las calles del centro. Tras ellos llegaron en ráfaga las olas de traficantes ––toda clase de mercadería robada––, consumidores y drogadictos que se quedaron en las plazas de San Salvador.

Por si fuera poco, el ciclón de prostitutas y desempleados que resguardan las principales plazas arrasó con todos los lugares en los que un capitalino se podía sentir seguro. No quiero centrarme en todos los problemas del centro capitalino, sino más bien en cómo los delincuentes toman fuerza y se adueñan del patrimonio nacional; para ellos no existe ley más que la suya propia. Urge que el Sistema de Seguridad Público solucione este modus operandis de la delincuencia.

En síntesis, el gran reto que tiene seguridad no sólo se trata de reducir las tasas de homicidios, desarticular todas esas bandas del crimen organizado y el contrabando, sino que se tiene que liberar la capital del dominio del crimen y para ello necesita un plan de seguridad integral.

Comunicadora Social (*)

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