martes, 22 de septiembre de 2009

Peligroso conservadurismo moral

Luis Armando González

La moral conservadora constituye un verdadero problema para una sociedad cuando se pretende convertir –amparada por el poder político, económico o religioso— en referente indiscutible de las opciones individuales de sus miembros. Obviamente, los valores, creencias y opciones de la moral conservadora pueden ser asumidos y proclamados por quienes decidan adoptarlos. Constituyen, después de todo, una opción moral legítima, que como tal merece ser respetada, se esté o no de acuerdo con sus contenidos, exigencias y prácticas.

Ahora bien, el problema no es que exista una moral conservadora –o que tenga adeptos—, sino que la misma quiera imponerse como la única moral legítima y válida a toda la sociedad. Esta es una pretensión de claro corte totalitario (de un totalitarismo de derechas, ciertamente) que no sólo se traduce en severas condenas a quienes han optado por otros valores morales, sino en prácticas orientadas a someterlos por la fuerza (legal o ilegal) al “orden” moral prevaleciente (que descansa a su vez en un orden social, económico y político), so pena de ser excluidos del mismo.

La fuerza retórica de la moral conservadora consiste en que ella no se considera una opción moral, sino el único camino moral posible, cuyo fundamento son los mandatos indiscutibles de una presunta divinidad. De aquí que para quienes la proclaman, sus elecciones y compromisos estén revestidos de un aura de trascendencia que los hace superiores (mejores, buenos) a los de otros y otras.

¿Pero es sostenible, desde un punto de vista medianamente razonable, que los estilos de vida, costumbres y prácticas que se desprenden de la moral conservadora están teñidas de un halo de trascendencia que las hace superiores a otros estilos de vida, costumbres y prácticas?

En lo absoluto es razonable pensar eso. Y mucho menos es razonable aceptar las discriminaciones, intolerancias y abusos que se siguen de esa pretendida “superioridad moral”. Lo que sí es razonable es pensar que el conservadurismo moral es una opción moral entre otras; una opción moral que, reducida a la esfera individual de quienes la asumen, goza del sentido y la legitimidad propias de cualquier opción personal, pero que trasladada a la esfera pública como una imposición se convierte en fuente de discriminaciones sobre quienes son considerados “inmorales”.

Precisamente, con el tema de los matrimonios homosexuales, eso es lo que está en juego en nuestro país en estos momentos. El moralismo conservador quiere imponerse a toda costa, “limpiando” el horizonte cultural de la sociedad salvadoreña de “cuerpos extraños” y “perturbadores”. El moralismo conservador quiere imponerse usando, como en otros tiempos, el poder político y el poder religioso.

Por sanas convicciones democráticas, hay que resistir, apelando a la razón, al pluralismo, a la tolerancia y a los derechos humanos, esa ofensiva contra la libertad que tiene cada cual de elegir sus preferencias sexuales; y hay que poner en el lugar que le corresponde la obligación que tiene un Estado no confesional de proteger a todos los miembros de la sociedad, sin discriminación alguna.

100 días de ecuanimidad

C. Marchelly Funes.

Con un gobierno que enfrenta obstáculo tras obstáculo, uno podría pensar que la oposición gana espacios presentando críticas creativas y exigiendo soluciones a problemáticas cancerosas como la inseguridad ciudadana. No es así. La derecha en estos momentos sigue inmersa en el laberinto donde busca su nueva identidad como oposición.

Resulta sumamente difícil descubrir el énfasis estratégico del “gobierno del cambio” durante sus primeros 100 días. Dentro de notables cambios en el estilo personal de Mauricio Funes respecto a sus antecesores (Alfredo Cristiani, Calderón Sol, Francisco Flores y Elías Saca), se da una considerable importancia a los programas de corte social tales como “Plan Anticrisis” y “Casa para Todos”, y está todavía por verse si el esfuerzo por investigar, combatir el delito y el crimen organizado será complementado con un fiscal que cumpla con su deber libre de ataduras y compadrazgos político partidarios.

Tampoco es difícil señalar un rasgo que caracterice novedosamente a la oposición política, sobre todo a la nueva oposición de derecha. Tal vez, la preocupación por su propia reestructuración o identidad, lo que le ha impedido encabezar un programa alternativo de legislación que sirva para corregir sus esquemas doctrinarios o para lograr metas de concertación.

Economía sin rumbo: críticas de la derecha

Para la oposición el gobierno no tiene claro hacia donde dirige la política económica del país y es que la derecha ha pasado por alto las medidas que ha tomado el Gobierno para enfrentar la crisis ––Plan Global Anticrisis–– medidas que no sólo atacan las necesidades inmediatas (reactivación del sector construcción y generación de empleos), sino que se orientan a resolver los problemas estructurales que no fueron resueltos en 20 años. Cuando el presidente Mauricio Funes anunció el plan, en julio pasado, delineó claramente su intención de reactivar la economía salvadoreña: generación de empleos, atención a las familias más pobres, mejorar sus condiciones de vida y dar mayor cobertura de servicios básicos sin perder de vista acuerdos internacionales que promuevan la inversión extranjera en el país.

Ninguno de estos avances son incuestionable. La mayoría de ellos dependen de tendencias económicas de cierta duración y de acuerdos entre las partes. Los analistas de El Diario de Hoy - el periódico de la derecha estridente - critican a Mauricio Funes por no tomar medidas específicas que, de tener un plan diferente, habrían mostrado ya el nuevo rumbo del país. Esta crítica revela que los intereses tradicionales de unos cuantos siguen considerándose en desventaja frente a los intereses del capital financiero especulativo y del capital comercial importador.


El drama de la delincuencia
El gobierno de Mauricio Funes busca unificar su esfuerzo en la lucha contra la impunidad, la delincuencia y el crimen organizado. Existe, sobre todo, una mayor voluntad política en el gobierno de enfrentar la impunidad de los delincuentes "organizados".

No es fácil cortar de raíz la ola delincuencial que azota al país, pero, mientras se confronta este fenómeno se deben buscar alternativas que acompañen la lucha contra la criminalidad “común” y está por verse si se llegará hasta sus "capos".

Partido ensimismado
Con un presidente que goza de la confianza de las salvadoreñas y salvadoreños, se podría pensar en un partido oficial que estaría desarrollando políticas creativas para organizar en torno a ellas una agenda nacional alternativa. Pensaría también que las bases estarían escuchando la voz popular, acercándose más y más a la población menos favorecida para hacer una plataforma en la Asamblea Legislativa una tribuna propositiva que fortalezca las iniciativas del Ejecutivo en beneficio de estas mayorías. No es así. El partido de gobierno se encuentra en una posición modesta. Y en algunos casos decepcionantes para sus militantes.

Desde la revelación pública de las grandes diferencias de proyectos en su seno el mismo día que tomó posesión Mauricio Funes, el uno de junio, el FMLN apareció ante la sociedad salvadoreña como un grupo político extremadamente dividido. En esencia, son dos. El Ejecutivo que, desde sus iniciativas busca dignificar a las mayorías populares y un partido que no da señales de poder articularse orgánicamente con el Ejecutivo.

Mientras tanto, la derecha sale de su propia crisis, crea serias dudas sobre la capacidad del nuevo Gobierno.En este contexto, es difícil que Mauricio Funes actúe con el vigor y la creatividad que se necesitan para hacer auténtico contrapeso a una derecha fuertemente definida y con una estrategia mediática bien formulada.


¡Colosal triunfo de las masas!

Samuel Santibáñez
México D. F. 21 de Septiembre de 2009

El siguiente paso es la Asamblea constituyente revolucionaria

El ingreso de Zelaya a Honduras es un triunfo histórico de las masas hondureñas, tras 86 días de lucha ininterrumpida, se ha dado un punto de inflexión determinante. El detalle de cómo se dieron las cosas no es por ahora lo importante, el ambiente y el escenario están llenos de confusión y los rumores corren como pólvora; no hay que perderse en los detalles circunstanciales. Es vital tener claridad en la brújula política, que la dirección no se deje perturbar por los contratiempos que inevitablemente interfieren.

Lo importante es que Zelaya ingresó a Honduras producto de la fuerza de las masas y eso revitaliza su energía revolucionaria, se han demostrado así mismas que “¡Sí se pudo!”, ese grito se levanta en la garganta de millones de hondureños. Las masas que están eufóricas, el ambiente es electrizante y cualquier descripción es absolutamente insuficiente. Zelaya se encuentra en la embajada de Brasil y decenas de miles de personas están rodeándola, 50 mil personas haciendo fiesta, bailando, celebrando el ingreso de su presidente, pletóricos de gozo, no sólo en la embajada, en todos los departamentos hay fiesta; decenas de miles, cientos de miles marchan hacia Tegucigalpa desde todos los puntos del país, desafiando al toque de queda, caminando por las veredas, los montes, evadiendo a los retenes militares y la amenaza represiva impuesta por los golpistas. Esta noche es una noche en la que la historia se puede tocar con las manos.

Al parecer, el gobierno Micheletti fue sorprendido, no es casual. El nivel de estupidez de los golpistas es lógico, aunque a veces parezca inconcebible que una mente pueda concentrar tanta irracionalidad. El gobierno golpista se aferra al poder como a un clavo ardiente, ha planteado arrestar a Zelaya y vocifera contra el gobierno de Brasil responsabilizándolo del ingreso de Zelaya, durante el día hicieron cortes a la energía eléctrica, cortes al servicio de agua, desactivaron la señal de la telefonía celular por varias horas. Micheletti, en un acto desesperado intentó imponer el toque de queda desde las 16:00 horas, avisándolo con 15 minutos de anticipación; ha extendido el toque de queda a todo el día de mañana. No es la primera vez que alguien intente tapar el sol con un dedo. Está claro que una bestia herida no razona, sólo alcanza a tirarse al precipicio con los ojos cerrados.

Las medidas de Micheletti son patadas de ahogado. Es irreversible su caída. Está asumiendo una posición beligerante para intentar ganar mejores posiciones en la negociación, pero su caída es cuestión de horas. No es descartable algún tipo de represión selectiva; todavía anoche mataron a otro maestro, Félix Murillo —en Talanga municipio de Francisco Morazán, cerca de Tegucigalpa— cuyo cuerpo apareció con signos de tortura. Pero definitivamente está fuera del orden del día una masacre masiva. Las masas saldrán a la calle mañana y lo harán en una magnitud superior al día 15 de septiembre, donde se manifestaron 3.5 millones de personas en un país de 7.4 millones. El heroísmo de las masas ha quedado demostrado en estos 86 días, si en su momento pudieron ir a El Paraíso —cuando Zelaya intentó entrar desde Nicaragua—, lo harán ahora con cien veces más decisión y energía.

Zelaya negociará. El plan Arias es el óptimo para Estados Unidos, está por verse qué tanto podrán conciliar intereses. El pueblo no quiere la aplicación del Plan Arias, sin embargo, es claro que Zelaya tiene un amplio margen y tiene la intención de negociar, está por verse qué tanto puede conciliar lo irreconciliable. Lo decisivo estará en la presión de las masas que confían en Zelaya y es posible que lo obliguen a ir más allá de lo que pretende. Lo que se necesita es ir de frente a la instalación de la Asamblea constituyente revolucionaria, no se necesita un “Gobierno de salvación nacional” con los golpistas, eso sería un error estratégico de gravedad, a eso aspira el imperialismo. La restitución de Zelaya debe garantizar la organización y ejecución de la Asamblea constituyente revolucionaria que siente las bases programáticas de la transformación socialista de la sociedad.

En este momento, lo importante es que el movimiento ha tenido un triunfo brutal, maravilloso, colosal. Las horas siguientes son decisivas, pueden pasar todo tipo de acontecimientos y se pueden dar todo tipo de giros y provocaciones, sin embargo lo realmente importante es que las masas han llevado las cosas a una victoria contundente que defenderán con la vida. Es un triunfo muy importante, pero, un triunfo que encierra un peligro, ya que intentarán cambiar al gato por el tigre. La trampa del Plan Arias, sólo busca celebrar unas elecciones "legítimas" que le den el triunfo al Partido Nacional, para así poder continuar con el proceso contra revolucionario que intente cortar, inhibir, interrumpir el proceso revolucionario.

Tras la reinstalación de Zelaya, el siguiente paso importante sería evitar que llegue un gobierno del Partido Nacional, que sería un nuevo títere del imperialismo.
Aunque las masas reinstalen a Zelaya, los golpistas harán todo por organizar las elecciones para intentar que gane el Partido Nacional, es decir, prepararán el fraude electoral. Por tanto, el movimiento se tendría que volcar a preparar la elección combatiendo el fraude, evitar el fraude, vencer al fraude. La mejor perspectiva es que Zelaya apoyara la candidatura de Carlos H. Reyes y en las asambleas del Frente se debería defender decididamente esta candidatura. Por tanto el punto de ataque, tras la reinstalación de Zelaya bajo la trampa del Plan Arias y con un candidato elegido en asamblea democrática, la táctica estaría centrada en la lucha contra el fraude electoral.

¡Que viva la revolución hondureña!

¡No al Plan Arias, no al pacto con los golpistas!

¡Por la organización de una Asamblea constituyente revolucionaria, inmediatamente!

¡A organizar la lucha contra el fraude electoral!