lunes, 3 de agosto de 2009

Lamentable, pero esto ya huele a Guerra Civil.

La situación se ha agravado drásticamente en Honduras. La reunión sostenida por Micheletti con los altos mandos de la policía el lunes anterior, ha desencadenado una brutal represión en contra de los manifestantes en todo el país.

Desde Comayagua (región central del país) un amigo me llama y se escuchan los balazos al fondo, me grita que los manifestantes están respondiendo con piedras y palos a la policía, que hay muchos heridos por golpes y aún se desconoce si hay muertos.

En Olanchito (extremo norte del país) se reportan fuertes enfrentamientos entre manifestantes y policía.

Carlos H. Reyes, uno de los líderes del frente Nacional Contra el Golpe de Estado, ha sido encarcelado con un brazo quebrado. Junto a él, Juan Barahona (histórico líder sindical y miembro de la resistencia), también ha sido encarcelado en la Cuarta Estación de Belén. Ante la presencia del CODEH y el COFADEH, han estado liberando a los compañeros.

Se reportó un maestro herido de bala en la cabeza; su estado es delicado.
Muchísimos maestras y maestros fueron golpeados salvajemente, varios compañeros artistas fueron por igual golpeados y apresados. El equipo de la prensa internacional ha sido decomisado, al igual que el equipo del periodismo local. La policía está decomisando cámaras personales y todo lo que sirva para registro.

También fueron apresados 14 sindicalistas del SITRASANAA, subidos a un autobús sin saberse su paradero.

La violencia ha tenido un ritmo progresivo que presagia el estallido de una guerra civil en regla, una terrible cacería indiscriminada que enfrentará a vecinos, desconocidos y militantes, ejército y policías.

No se puede ignorar que todas estas demostraciones ya son acciones de una convulsión social que solo puede ser detenida con argumentos frontales y prácticos de la comunidad internacional o simplemente, dejar que la evolución de los acontecimientos nos desangre, ya en combates, ya en la tragedia de una guerra abierta.

La batalla de las palabras en un golpe de Estado

Milagros Pérez Oliva*

La cobertura informativa de la crisis política de Honduras motiva quejas de signo contrario. No citar las fuentes alimenta la sospecha de parcialidad en las crónicas interpretativas

La arquitectura del periodismo se levanta sobre el lenguaje y el lenguaje es pensamiento. Con la elección de las palabras definimos la realidad, por eso uno de los problemas del periodismo es encontrar los términos justos que mejor definen una situación. Pero no siempre es fácil cuando la situación es confusa, evoluciona rápidamente y concurren fenomenales intereses en juego. Lo ocurrido en Honduras en los últimos días constituye un excelente ejemplo de cómo una misma realidad puede tener interpretaciones opuestas.

Ya conocen ustedes los hechos: el presidente Manuel Zelaya convoca una consulta popular para reformar la constitución y eliminar la limitación que le impide presentarse a un segundo mandato. El Parlamento vota un reglamento que veta esa consulta y el Ejército sale a la calle en una maniobra preventiva contra las iniciativas del presidente. Zelaya destituye al jefe del Estado Mayor y éste se resiste a abandonar su puesto. Finalmente, el presidente es apresado y expulsado del país.

A propósito de la coyuntura gubernamental: el desempeño social y político de la prensa salvadoreña II

C. Marchelly Funes

En la edición anterior se reflexionó sobre el necesario protagonismo de la sociedad civil para la transformación del estado actual de las cosas. Se hizo una valoración sobre cómo los gobernantes deben ceder poder a la sociedad civil, para que de una vez por todas ésta tome parte de las decisiones nacionales en lo social, político, económico, medio ambiental, etcétera. Se dijo, “dar esa oportunidad a la sociedad civil haría del nuevo gobierno, un buen gobierno, digno de marcar la pauta”. La misma lógica funciona para la prensa: dar esa oportunidad a la sociedad civil haría de los medios de comunicación, buenos medios, dignos de marcar la pauta. Y es que los medios de difusión de masas, tienen una responsabilidad histórica.

Desafío histórico

Hoy el espacio público del país se descompone en numerosos espacios públicos diferentes, en función de los “media”, de los temas, de las personas y de los lugares. Para formar democráticamente a la opinión pública, estos espacios deben lograr integrar las voces marginales. Debe poder constituirse como una caja de resonancia de los problemas sociales globales, siendo receptiva a los impulsos que emanan de los mundos privados vividos. Porque nosotros, los ciudadanos, medios, extraemos el balance de los problemas sociales en la moneda de nuestras experiencias vividas, sea como miembros de una comunidad, como clientes, como usuarios o como consumidores.

Es decir, la regulación del espacio coyuntural no se debe limitar al debate “formal” entre políticos en algunos espacios mediáticos, sino que, los medios de comunicación deben dar apertura para que la gente de a pie (es decir, sin acceso al poder) dialogue con igualdad de condiciones con los políticos y sus representantes.

Los medios y/o periodistas que logren captar esta responsabilidad histórica para con la sociedad civil, una responsabilidad que en sí es también un desafío, estarán dando un paso importante y audaz.

La prensa ¿el cuarto poder?

Desde una perspectiva idealista, se ha llegado a considerar a l prensa como el “cuarto poder”. Cuando Montesquieu expuso la separación de los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), también mencionó la idea de un poder regulador y moderador de esos tres poderes. Con el auge y poder de la prensa en el siglo XX, se consideró que ese “cuarto poder” finalmente había encontrado una forma concreta.

Con el pasar del tiempo, el “cuarto poder” no ha cumplido con el ideal de moderar a los otros poderes, sino, por el contrario aquí la mayoría de medios obedecen a intereses económicos ––llegando a ser parte del poder económico–– en alianza con cualquiera de los sectores influyentes del país. El caso de la prensa escrita salvadoreña, no toda, pero sí la de mayor circulación y cobertura, puede servir como perfecta ilustración de lo dicho.

La única alianza mediática que podría llevar a la prensa a constituirse en el “cuarto poder” es una con la sociedad civil, constituyendo así un poder capaz de generar propuestas constructivas para los tres órganos del Estado.

La prensa salvadoreña, en general, parece responder más a los intereses de sus dueños, afiliados, clientes y amigos, olvidando su función social.