miércoles, 26 de agosto de 2009

La política y los riesgos del futuro I

Daniel Innerarity*

La política es una actividad inexacta porque se refiere al gobierno de una totalidad social. No pocas decisiones políticas se adoptan frente al criterio de quienes disfrutan de una exactitud sectorial o en sus modelos teóricos pero sus cálculos son socialmente inexactos. Pensemos, por ejemplo, en el cierre de una central nuclear o en la exigencia de regular los mercados financieros. Las decisiones que tienen que ver con los riesgos ecológicos o financieros requieren una visión de conjunto que sólo puede obtenerse, en el mejor de los casos, desde una perspectiva política. Por supuesto que en los procesos de deliberación no debe faltar ni el juicio de los expertos, ni la atención a los intereses particulares, pero la decisión no puede ser otra cosa que política, pues la política es lo que hacemos cuando hemos acabado de calcular y sigue sin estar claro lo que hay que hacer.

El mercado conoce volatilidades cuya dimensión no puede ser ni prevista ni eliminada
Una pregunta se plantea entonces de manera inquietante en relación con la actual crisis económica. ¿Cómo es posible que la mejora de los modelos de análisis de riesgo no haya servido para anticipar un resultado catastrófico? Uno podría pensar que la causa de nuestra falta de anticipación a la crisis se debe a que no habíamos calculado correctamente los riesgos futuros. Pero, ¿y si fuera exactamente al revés, es decir, que una de las causas de la crisis sea la ilusión de la exactitud, la creencia de que los cálculos matemáticos no tienen límites a la hora de establecer los riesgos futuros? La crisis económica ha salido de unos cálculos y mediciones que presumían de una exactitud que no están en condiciones de proporcionar.

Nos hace falta una verdadera revolución epistemológica para abandonar la ilusión de que podemos vivir en un mundo calculable, que resultaría de aplicar ilimitadamente el modelo científico que hemos heredado de las ciencias de la naturaleza a las realidades sociales. Este modelo debe su exactitud a que mide realidades objetivas, exteriores a los sujetos, pero es muy limitado a la hora de calcular comportamientos humanos como el del sistema financiero, que no es algo exterior a la sociedad, que pudiera ser controlado por el saber y la tecnología, sino que resulta de la suma de nuestras acciones. Los cálculos de probabilidad son muy problemáticos cuando conciernen a comportamientos humanos, como es el caso de los mercados financieros, en los que se reflejan opiniones, expectativas y miedos humanos, de manera que no pueden ser tratados como magnitudes objetivas. Por eso la ciencia económica ha de ser considerada como ciencia humana, una ciencia en la que no hay separación entre el sujeto y el objeto de la investigación, por lo que no es una ciencia exacta.

Hemos analizado los riesgos menospreciando que en ellos lo decisivo es la significación, el sentido. Es un error manejarlos como si se tratara de una realidad física, desconociendo que la subjetividad se infiltra en todas las relaciones sociales de los agentes. Esta perspectiva epistemológica es extremadamente importante. La mayor parte de los riesgos tienen un componente subjetivo que se apoya en una interpretación de la economía. Confiar en la estimación que de ellos hace la opinión general (como se hace cuando se los introduce en el mercado) es una falta lógica, ya que la mayor parte de los que intervienen en él se basan en la matematización hecha por las agencias de rating y, por tanto, no aportan nada a las insuficiencias de la comprensión de cada uno. Dicho de otra manera: en la economía liberal de mercado no hay racionalidad en materia de riesgos más que para situaciones perfectamente calibradas y estadísticamente determinadas. La crisis de las subprimes ha tenido esta consecuencia de mostrar el error de extrapolar ciertas creencias del libre cambio a bienes abstractos que incluyen una interpretación del futuro. El mercado no juega bien el papel de sujeto interpretante en los casos que son dudosos.

En materia de finanzas, los límites de la modelización probabilista son cada vez más evidentes. Debido a que los productos derivados, por ejemplo, están basados en otros instrumentos financieros y a menudo combinan varios riesgos adicionales, el potencial de pérdidas no puede ser medido completamente. Es imposible relacionar entre sí todos los elementos relevantes del riesgo, lo que hace extremadamente difícil asesorar en relación a los riesgos de las operaciones.


(*) Profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, España.

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