jueves, 28 de mayo de 2009

¡Cinco Años!

Escrito por Zicri Montiel*

A escasos días que la gestión Saca llegue a su fin, es difícil concentrar en este espacio de opinión el legado de su quinquenio; lo que si está claro es que en torno a su gobierno confabulan impresiones encontradas, pues no es posible conocer con tanta precisión el estado en el que queda El Salvador. Apenas y logramos conocer lo que por la fuerza ha debido asomar como resultado de un proceso de transición, lo que no alcanza a conocerse debe ser aun más preocupante si se parte de los antecedentes que han caracterizado gran parte de su mandato.

Cinco años han pasado desde que el presidente Saca se alzara con la victoria electoral en medio de una jornada electoral histórica y caracterizada principalmente por los altos niveles de participación ciudadana en las mismas; nunca antes el oficialismo había capitalizado tanto caudal de votos y nunca antes el principal partido de oposición había recibido tanto respaldo en las urnas; sin lugar a dudas, unas elecciones presidenciales sin precedentes en nuestro país.

El presidente Saca asciende al poder el 1 de Junio de 2004 con la promesa de hacer de El Salvador un país más seguro, ahora las cifras hablan por si mismas, en su gestión el país pasó a convertirse en el país con los mayores índices de criminalidad e impunidad de un listado de 80 países en el mundo.

En este periodo fuimos testigos del retroceso más grande en materia de institucionalidad en la era reciente de nuestra democracia; hemos sido testigos del atropello más descarado a la institucionalidad del país en el que el presidente pisoteó el difuso límite entre partido y gobierno, al fungir como presidente de la república y como presidente de su partido, en una clara transgresión a la ética y la decencia contemplada en nuestra Constitución.

El mandatario puso el Estado al servicio de un pequeño grupo de secuaces que ayudaron a concentrar el mayor poder económico y político que nunca antes se había visto en un presidente de la República, tal como ocurrió en entidades como Gobernación, Registro Nacional de las Personas Naturales, Secretaría de la Juventud, Fiscalía General, ISTA, Tribunal Supremo Electoral, Centro Nacional de Registros, las secretarías privadas en casa presidencial, por mencionar algunos. Tan aferrado estuvo al poder que finamente construyó, que la intención de continuismo fue más que clara en un intento fallido por seguir perpetuando su gestión en la candidatura presidencial de su partido.

Cinco años en los que se tuvo la desfachatez de fortalecer una argolla política, dañina por cierto, integrada por cuadros que encarnaban las más deplorables actitudes, que se tomaron las instituciones y deshicieron a su antojo, como pudiese descubrirse recientemente con el director departamental del partido oficial Adolfo Tórrez.

Han sido cinco años en los que el país retrocedió en materia de corrupción, los índices de transparencia internacional son aun más bajos que hace cinco años, corrupción bajo la lupa complaciente de una Corte de Cuentas que sigilosamente dejó pasar cuanta malversación pudiera encontrarse, como ocurriera en el sonado caso de corrupción en Obras Publicas en 2006, cuya malversación ascendía a $40 millones; un legado que tristemente deja como producto de maliciosas componendas políticas.

¡Cómo olvidar el derroche desmesurado de recursos! Derroche a la sombra de una economía quebrantada que sale a la luz hasta el día siguiente de las elecciones presidenciales, un derroche que queda reflejado en la forma abusiva de hacer campaña de su gestión hasta el aburrimiento, aun ahora que ya está en su último momento; un gasto excesivo en viajes poco productivos para los intereses nacionales, en los que se hacía acompañar de numerosas e innecesarias comitivas alrededor del mundo.

Han sido cinco años con incesantes intentos de exaltar su imagen, no tomó ni una tan sola decisión sin tener una encuesta en sus manos, preocupado más en las volubles cifras de popularidad que en implementar medidas creativas y eficientes para resolver los grandes problemas del país. Se convirtió en lo que permanentemente criticó: un presidente populista, acostumbrado a inflar y suprimir cifras a su conveniencia, como ocurriera con el censo de población y cuya oficialización aun esperamos.

Son cinco años que llegan a su fin, el deterioro que ha causado al país es mucho mayor que los pincelazos de buena voluntad que quiso realizar, y digo quiso, porque el bulevar Diego de Holguín yace en el limbo invernal, las devoluciones de la renta aun no han sido ejecutadas en su totalidad; aunado a la crisis de medicinas al interior de la red publica de hospitales que alcanzara niveles preocupantes en las ultimas semanas.

Hemos asistido todos a cinco años que cierran un ciclo, lastimosamente oscuros, de gobiernos ultraconservadores; con un déficit que podría sobrepasar los mil millones de dólares, pero a los que se contrapone la tremenda dosis de esperanza, voluntad y laboriosidad de cada uno de los salvadoreños que con ansias esperamos por el momento en que todo esto terminé. El presidente Saca termina su mandato hoy queda la convicción que nunca más una visión y políticas de gobierno como este se verán, ojalá la indecencia y la mediocridad no tengan cabida en este nuevo gobierno.

Hoy cinco años después y en las vísperas de un gobierno diferente, la esperanza se mantiene aún firme y El Salvador ahora ha vuelto a creer.

(*) Estudiante de Ingenieria Química

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