martes, 22 de septiembre de 2009

100 días de ecuanimidad

C. Marchelly Funes.

Con un gobierno que enfrenta obstáculo tras obstáculo, uno podría pensar que la oposición gana espacios presentando críticas creativas y exigiendo soluciones a problemáticas cancerosas como la inseguridad ciudadana. No es así. La derecha en estos momentos sigue inmersa en el laberinto donde busca su nueva identidad como oposición.

Resulta sumamente difícil descubrir el énfasis estratégico del “gobierno del cambio” durante sus primeros 100 días. Dentro de notables cambios en el estilo personal de Mauricio Funes respecto a sus antecesores (Alfredo Cristiani, Calderón Sol, Francisco Flores y Elías Saca), se da una considerable importancia a los programas de corte social tales como “Plan Anticrisis” y “Casa para Todos”, y está todavía por verse si el esfuerzo por investigar, combatir el delito y el crimen organizado será complementado con un fiscal que cumpla con su deber libre de ataduras y compadrazgos político partidarios.

Tampoco es difícil señalar un rasgo que caracterice novedosamente a la oposición política, sobre todo a la nueva oposición de derecha. Tal vez, la preocupación por su propia reestructuración o identidad, lo que le ha impedido encabezar un programa alternativo de legislación que sirva para corregir sus esquemas doctrinarios o para lograr metas de concertación.

Economía sin rumbo: críticas de la derecha

Para la oposición el gobierno no tiene claro hacia donde dirige la política económica del país y es que la derecha ha pasado por alto las medidas que ha tomado el Gobierno para enfrentar la crisis ––Plan Global Anticrisis–– medidas que no sólo atacan las necesidades inmediatas (reactivación del sector construcción y generación de empleos), sino que se orientan a resolver los problemas estructurales que no fueron resueltos en 20 años. Cuando el presidente Mauricio Funes anunció el plan, en julio pasado, delineó claramente su intención de reactivar la economía salvadoreña: generación de empleos, atención a las familias más pobres, mejorar sus condiciones de vida y dar mayor cobertura de servicios básicos sin perder de vista acuerdos internacionales que promuevan la inversión extranjera en el país.

Ninguno de estos avances son incuestionable. La mayoría de ellos dependen de tendencias económicas de cierta duración y de acuerdos entre las partes. Los analistas de El Diario de Hoy - el periódico de la derecha estridente - critican a Mauricio Funes por no tomar medidas específicas que, de tener un plan diferente, habrían mostrado ya el nuevo rumbo del país. Esta crítica revela que los intereses tradicionales de unos cuantos siguen considerándose en desventaja frente a los intereses del capital financiero especulativo y del capital comercial importador.


El drama de la delincuencia
El gobierno de Mauricio Funes busca unificar su esfuerzo en la lucha contra la impunidad, la delincuencia y el crimen organizado. Existe, sobre todo, una mayor voluntad política en el gobierno de enfrentar la impunidad de los delincuentes "organizados".

No es fácil cortar de raíz la ola delincuencial que azota al país, pero, mientras se confronta este fenómeno se deben buscar alternativas que acompañen la lucha contra la criminalidad “común” y está por verse si se llegará hasta sus "capos".

Partido ensimismado
Con un presidente que goza de la confianza de las salvadoreñas y salvadoreños, se podría pensar en un partido oficial que estaría desarrollando políticas creativas para organizar en torno a ellas una agenda nacional alternativa. Pensaría también que las bases estarían escuchando la voz popular, acercándose más y más a la población menos favorecida para hacer una plataforma en la Asamblea Legislativa una tribuna propositiva que fortalezca las iniciativas del Ejecutivo en beneficio de estas mayorías. No es así. El partido de gobierno se encuentra en una posición modesta. Y en algunos casos decepcionantes para sus militantes.

Desde la revelación pública de las grandes diferencias de proyectos en su seno el mismo día que tomó posesión Mauricio Funes, el uno de junio, el FMLN apareció ante la sociedad salvadoreña como un grupo político extremadamente dividido. En esencia, son dos. El Ejecutivo que, desde sus iniciativas busca dignificar a las mayorías populares y un partido que no da señales de poder articularse orgánicamente con el Ejecutivo.

Mientras tanto, la derecha sale de su propia crisis, crea serias dudas sobre la capacidad del nuevo Gobierno.En este contexto, es difícil que Mauricio Funes actúe con el vigor y la creatividad que se necesitan para hacer auténtico contrapeso a una derecha fuertemente definida y con una estrategia mediática bien formulada.


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